Zombis: Ecos de una Vida Rota

El sol ardía en el cielo, lanzando rayos de calor intenso sobre la tierra reseca. La casa abandonada se erguía como un monumento a un pasado olvidado, sus paredes desgastadas y agrietadas contaban historias de un tiempo mejor. En medio de este paisaje desolador, Lucas corría con una desesperación palpable, sus harapos desgarrados ondeando tras él. Cada paso que daba resonaba con el eco de muertes a su alrededor, los gritos y lamentos de aquellos que habían sido alcanzados por la locura que desataba el mundo exterior.

 

La experiencia del racismo había marcado su vida de maneras que nunca podría olvidar, pero ahora, en esta huida desesperada, esas memorias se desvanecían frente a la urgencia de sobrevivir. Lucas, un empresario de la moda en sus días anteriores, había tenido que dejar atrás su vida de lujos y reconocimiento. La carrera que había construido se desmoronó junto con la civilización, y ahora tenía que luchar por su vida y la de quienes todavía podían salvarse.

 

Mientras corría, Lucas recordaba los días en que las pasarelas eran su hogar. Había sido un hombre admirado, un creador cuyas piezas eran aclamadas en todo el país. Pero en este momento, su único deseo era refugiarse con un grupo de sobrevivientes que se habían reunido en una granja cercana, un lugar donde la esperanza aún florecía entre las ruinas.

 

Finalmente, llegó a la granja. La puerta estaba entreabierta, y el aire estaba impregnado de un olor a tierra húmeda y paja. Sin pensarlo, empujó la puerta y entró, su corazón latiendo con fuerza. En el interior, encontró a un pequeño grupo de personas, sus rostros marcados por la fatiga y el miedo. La compasión llenó su pecho al ver que había otros como él, luchando por mantenerse a flote en un mundo que parecía haber perdido toda humanidad.

 

Sin embargo, al mirar más de cerca, la realidad se volvió implacable. En el rincón, una madre abrazaba a su hijo, un niño cuya risa había sido ahogada por el horror que los rodeaba. Lucas sintió un nudo en la garganta al recordar a su propia familia, la que había perdido en el caos. La motivación por el reconocimiento que una vez lo había impulsado se desvaneció, reemplazada por un deseo urgente de restaurar lo que se había perdido.

 

En ese momento, un sonido apagado lo hizo girar. En el suelo, a la sombra de una mesa caída, encontró fotos desgastadas de sus seres queridos, aquellos que se habían ido para siempre. Su corazón se rompió al darse cuenta de que no había más esperanzas de reunirse con ellos. Las lágrimas brotaron de sus ojos, y el brillo de la luz del sol que entraba por la ventana se convirtió en un recordatorio cruel de lo que había perdido.

 

La granja, una vez un refugio, se convirtió en un mausoleo de recuerdos y sueños rotos. Lucas supo que la lucha por la supervivencia continuaría, pero en su corazón llevaba el peso de aquellos a quienes había amado. La compasión por los que aún estaban con vida se entrelazaba con el dolor de su pérdida, y así, en medio de la devastación, el eco de una vida rota resonó en la granja mientras el sol seguía brillando intensamente en el cielo.

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